domingo, febrero 19, 2006

LAVASA


Los Domingos en la mañana son extraños. Es el día del Señor, pero del señor tiempo, que se lleva una semana mas de tu vida, de las cosas que pasaron, de las que dejamos pasar. Y el señor tiempo quiere que lo alabemos, asi que hace su día largo, tedioso y pone las peores series gringas en la tele.
Y estaba ella, olvidando como muchas que es un día de descanso, mirando las pilchas sucias de su familia, sacándole la mugre de la semana que se fue. Limpiando la evidencia de las anotaciones negativas de su hijo menor, sacando las manchas de maquillaje Avon del cuello de la camisa de su adolescente hija y limpiando el uniforme de trabajo , sospechosamente sin manchas,de su esposo. Tal vez pensando que un paseito al mall, la podía relajar a la tarde.
Irónicamente esa batea que le deja congeladas las manos, aparece en la tele dominguera, en version lavadora de última generación, con dueñas de casa de cuerpos perfectos autorrealizadas por el nuevo superdetergente con olor a limón, la top model de Clorinda de manos perfectas dejando los uniformes como nuevitos. Y de remate la familia feliz agradece a la mama que en su vocación natural mantiene el orden hogareño. Pero la familia no estaba feliz en su caso, tenia dudas, de los pasos de su esposo. Llego tarde anoche y luego de un besito en la frente que la indigno, se quedo dormido dejando un halo de cerveza. Ha estado raro esta semana y sabe que el domingo es un buen dia para desahogarse. Por eso cuando refriega su pantalón con la escobilla, las historias de infidelidades le pasan por la cabeza. Refregó bien la parte cerca del cierre pensando que por hay se escapo algo de lo que su marido no le ha contado. Ella lo conoce y sabe que algo no anda bien. No habla mucho en la mesa, come poco y recibe llamadas raras. Hace una semana anda asi. Los horarios de trabajo han cambiado extrañamente.
Es domingo y ella tiene rabia y no se la quiere tragar, porque aunque en la tele no sale, aunque los del matinal crean que la hacen feliz con un par de recetas de cocinas y copuchas de futbolistas y modelos, aunque el curita del mega diga que la mujer es feliz si es madre y casada, ella sabe que la mujer feliz desea , y asi como desea a su marido y el amor de sus hijos, también desea la felicidad de su propia existencia, de su cuerpo, de su
mente y su destino. También desea honestidad. Sabe que en algo raro anda el Pedro, que en la ducha se lava las culpas. Y la rabia de sus refregar hace subir la lavaza, se rebalsa. Y con ella se rebalsa la verdad, una cartita que sale del bolsillo de su marido. La abre, la lee, y también se rebalsan las lágrimas. El Pedro asoma la cabeza por la ventana, tal vez un sexto sentido masculino. “Perdóname gorda” le dice y hace como que el shampoo es culpable de sus lagrimas, para escudar su virilidad. La carta cae y la lavaza se la traga, dejando ver algunas letras: “Sr. Díaz hemos decidido prescindir de sus servicios en nuestra empresa por razones internas”.